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ROSSINI-EL BARBERO DE SEVILLA (CAVATINA)


La Cavatina en su origen, era un aria con una sola parte, señalada por su brevedad. Luego, sinónimo de aria de presentación. En la ópera clásica y romántica designa un aria breve que sigue inmediatamente a otra larga que acaba de cantar el mismo personaje.
Rossini es como el eslabón operístico que une los siglos XVII y XIX. Con mirada retrospectiva intenta salvar los mejores logros de la pretérita etapa del rococó y el clasicismo, pero a la vez es consecuente con el momento presente y anticipa, quedándose en el umbral sin traspasarlo, lo que serían los nuevos horizontes del próximo primer romanticismo. Transforma la ópera seria, despojándola de sus rancios aromas de cartón piedra y haciéndola más lógica y humana. A la vez ahonda en el camino iniciado por sus antecesores Paisiello y Cimarosa y eleva la ópera bufa a la categoría de género mayor como demuestra, entre otros títulos, su genial “Barbero”.
En “El Barbero” se pone de manifiesto que el estilo musical de Rossini enriquece considerablemente el de su modelo de ópera bufa napolitana. El salto cualitativo en el tratamiento de la instrumentación permite una mayor gama de intensidades sonoras, a la vez que se manifiesta un gran sentido del ritmo. Desde el punto de vista vocal reserva, según la norma del género, las voces muy importantemente en la obra, está escrito para bajo – bufo y la tesitura de Basilio es de bajo. Utiliza un tenor lírico para el papel amoroso del Conde de Almaviva, mientras que el papel de protagonista femenino, Rosina, está escrito para mezzo o contralto aguda de coloratura. El papel de “seconda donna”, en este caso Berta, es para soprano. Pero sin duda el verdadero hallazgo del maestro es confiar el papel del protagonista, Fígaro, a un barítono, con lo que consigue acentuar los aspectos cómicos por el contraste muy nítido respecto a la voz del señor. La obra consta de una obertura, nueve números para solista, cinco dúos, un trío y dos sextetos con coro.
Casi al comienzo del Acto I se encuentra la famosa cavatina* de Figaro “Largo al factotum della cità... (Paso al factotum de la ciudad) en la que Rossini es capaz de deslumbrarnos con sus mejores armas y presentar al protagonista mediante un verdadero retrato musical (cualidad reservada a muy pocos compositores de ópera), en la que aparecen las virtudes que adornan al personaje: joven, seguro de sí mismo, simpático, activo, y audaz, astuto, pero con una sabiduría de pueblo no exenta de bondad... papel de gran lucimiento pero de extremada dificultad, tanto dramática como musical, al tener que expresar la malicia y socarronería del personaje, con todos los matices antes señalados, y a la vez poseer un registro de voz que permita abordar con éxito las dificultades derivadas de la rapidez obligada en la dicción. La mayor gracia de la pieza consiste en su modalidad. Se encuentran intercalados momentos de calma, como pequeños remansos en el torbellino imparable de la música, que continúa con su cabaletta final y provoca con su dinámica irresistible una reacción de entusiasmo en el oyente.

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